Diseñador multidisciplinar especializado en branding, packaging y producto, formado en la Escuela Elisava de Barcelona y en HDK Valand, Escuela de Diseño y Artesanía de la Universidad de Gotemburgo (Suecia). Le gusta comparar su estudio con “un restaurante de pocas mesas, que ofrece una experiencia diferenciadora y única, con especialización en proyectos de largo recorrido, creando una relación extensa y provechosa para sus clientes”, indica. Entre sus diseños más destacados, escoge “un wok para una gran cadena coreana de comida para llevar, realizada en material ecológico a base de bagazo, a partir de semillas de lino; una manzana ‘take away’ para Llaollao; la complicada realización de la aceitera Oliva con forma de aceituna; o, la compleja elaboración de un ron presentado en una cabeza de cerámica con forma de gorila”, concluye.
Según Eduardo, “La visión propia del trabajo es una metáfora visual que aplico en el estudio desde hace mucho tiempo y consiste en llevar desde el mundo plano al volumétrico ciertos símbolos que se convierten en objetos, añadiendo un valor emocional y planteando un pequeño reto al consumidor. El punto de vista de un diseñador gráfico dentro del mundo del producto puede resultar en algunos casos única”, en palabras del fundador del estudio. Como director de arte ha sido galardonado con los premios New York Festivals, Clio Awards, Laus, RedDot, Pentawards, entre 150 diseños alrededor del mundo, y también es un solicitado ponente y docente y ha sido jurado de notables certámenes de diseño.
Para el diseñador, de origen vallisoletano con estudio en Alicante, “el proyecto perfecto consiste en crear una estrategia tan diferencial y acertada en el proceso de diseño que confluya en un resultado visualmente hipnótico y permita al cliente recuperar su inversión con creces”.
Eduardo es el creador de YOI, un producto pionero, una botella única de origen vegetal, vegana, compuesta por cáscara de lino y azúcar de caña, 100% biodegradable y compostable que, además, contiene agua mineral natural de alta calidad. Su fabricación genera un 60 % menos de huella de carbono que la botella de agua mineral tradicional